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Bernardita Vattier. Alameda Ahumada

Ejercicios de Colección

Bernardita Vattier. Alameda Ahumada

Publicado el 09/06/2009
Fotografía de puerta de acceso al Museo Nacional de Bellas Artes
Dos conocidas obras de la colección MNBA, que muestran perspectivas del centro de Santiago a inicios del siglo XX, pintados por Fernando Laroche y Enrique Lynch, forman parte de la propuesta de la artista visual. Desde el 26 de junio hasta el 13 de septiembre de 2009 en la rotonda del ala sur del 2º piso del Museo Nacional de Bellas Artes.

200 filtros de aire impregnados de smog que Bernardita Vattier recolectó en una ventana de Santiago desde el año 2002, acompañan a treinta fotografías de distintas zonas del centro de la capital y a la obra Alameda de las Delicias de Fernando Laroche. Una impresión digital sobre papel de gran formato de la pintura Calle Ahumada en 1902 de Enrique Lynch, se expone en contrapunto a la misma obra con la propuesta de Vattier.

Santiago está en una permanente metamorfosis. La Alameda y la calle Ahumada han cambiado su fisonomía a través del tiempo. La escala es otra, antes era caminable en un par de horas, la vista de la cordillera de la Costa y de los Andes ofrecían un escenario idílico de algunas chimeneas en invierno contrastando contra la nieve cercana de las montañas.

Otro tiempo, otoñal de lluvia y viento, fue pintado en 1900 por Fernando Laroche en Alameda de las Delicias. Calle Ahumada en 1902, pintada por el ex director del Museo, Enrique Lynch, muestra una perspectiva de adoquines y rieles de tranvía que alcanzan hasta la Catedral y la Plaza de Armas. Las personas parecen desplazarse sin prisa por las calles, entre los carruajes.

Cien años después Bernardita Vattier propone un nuevo "Ejercicio de Colección": actualizar el diálogo entre la ciudad y la calidad de vida de sus habitantes. La referencia son las pinturas, pero su obra surge desde la propia escala de quien vive y padece los efectos de la ciudad congestionada y contaminada en otoño e invierno. Una especie de bruma que se apodera del paisaje y comienza a suavizar los bordes, un cierto desenfoque de la mirada producido por la polución ambiental, que sin duda establece un contrapunto directo con las pinturas. Ahora es la gráfica la que se apodera de la imagen, ya no es el color de la pintura, es el gris y negro que Bernardita Vattier extiende sobre la superficie del mismo papel que también se utiliza hoy en filtros de aire domésticos. Ese filtro progresivamente se va impregnando de la bruma santiaguina para impedir los ataques de asma de muchas personas.

La nitidez de la mirada, coincide con la nitidez del aire que respiramos, por lo tanto, a mayor bruma, mayor contaminación, mayor opacidad del aire. El volumen de partículas generado por la acumulación de 200 filtros de aire juntados desde el año 2000 establece la tensión con las obras del perímetro, por una parte señalan su distancia respecto del cromatismo de las pinturas y por otro lado, son la materia prima con la que la artista ha trabajado.

La ironía es ver convertidos los filtros en objeto de museo, no para reedificarlo, sino para señalarlo y recordar desde su archivo, cómo la artista nos hace reconocer una realidad que por lo cotidiana y común, no percibimos. Un ejercicio de la mirada para establecer ahora la Alameda y la Calle Ahumada, no como una imagen del pasado, sino como una utopía.